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Fábrica de sueños: IM Kona

Se diga lo que se diga Kona es Kona

Sonia Bejarano nos habla de las emociones generadas con el Mundial de IRONMAN

Un sueño se alimenta de ilusiones, anhelos, pasiones y deseos. Nace de historias, imágenes y ansias de superación mientras lo alimentamos año a año con nuevas victorias y batallas épicas. Es un sueño que convive en nuestras cabezas en el día a día, abriéndonos una ventana de aire fresco a las altas dosis de realidad y cinismo cotidiano que nos bombardea. Un reto personal que no sabremos cuándo podremos materializar pero que dibujamos en un horizonte, como aquellas montañas que se erigen lejanas sin saber exactamente a qué distancia se encuentran pero que aportan una guía en el camino.

Quizás estos son los sentimientos que a mí me reporta el Ironman de Kona. Quizá sea una cita que tengo idolatrada o quizá haya experimentado en persona, la ilusión y la emoción latente desde el día previo a la prueba.

Es una cuestión de sentimientos, hay gente a la que no le ha gustado la experiencia, quizás decepcionados por un resultado, quizás porque, al fin y al cabo, es un deporte practicado por personas de carne y hueso, con vilezas y grandezas (el ser humano es capaz de todo). Sin embargo, yo creo haber mejorado como deportista viendo ejemplos de deportividad, superación, aceptación, profesionalidad y sobre todo determinación e ilusión. Esto último yo lo he perdido en más de una ocasión durante mi trayectoria deportiva y afortunadamente siempre la he vuelto a recuperar gracias a ver ejemplos, a vivir otras experiencias y dejarme empapar de las pasiones de otros.

Solo ver la salida de natación de un Ironman me ha renovado esa alegría de querer sentir lo mismo, emoción, a pesar del sufrimiento físico. Todo esto me lleva a concluir que mientras haya ilusión, ganas y motivación, el cuerpo seguirá al máximo de sus posibilidades, importando menos el resultado final y más la manera de disfrutar el proceso de puesta en forma y de la competición en sí misma.

Durante mi carrera deportiva he sentido muchas veces incomprensión, me han acusado de estar perdida debido a mis incursiones en el mundo del triatlón que lejos de apartarme del atletismo, me ha permitido renovar ilusiones y seguir como corredora con más de 20 años de práctica deportiva a alto nivel. Pero resulta que no soy la única que se ha enganchado, los que podemos seguir viendo la parte romántica de Kona, la historia que se ha fraguado a base de batallas épicas, sudor, sufrimiento y explosiones, seguimos siendo incondicionales de esta prueba por lo que evoca.

Hay quienes examinan Kona con mirada crítica, con ojos realistas y pierden la esencia de su ser tratando de analizar las razones por las que se ha mitificado. Es como si intentáramos diseccionar un sentimiento. ¿Es la fuerza interior de los volcanes? ¿Es la belleza del océano Pacífico? ¿La Queen K resulta suficientemente bonita como para merecer tanta atención? ¿El merchandising americano es la clave? ¿Es el sistema de clasificación? Estas preguntas carecen de importancia cuando uno ve la llegada a meta de participantes, grupos de edad que materializan un sueño al cruzar la línea de meta, eso nos conmueve y nos trasmite lo que es Kona, ilusión, sueño, magia, deseo. Todos queremos sentirnos vivos y buscamos (y a veces encontramos) en Kona un motivo, una ilusión, una razón que hace que todo tenga sentido aunque otros no comprendan. Entrenar con ese aliciente, estar en línea de salida y ver materializado al fin todo el proceso, da una satisfacción personal que nos alimenta.

Ejemplos de superación renovados cada año por profesionales y amateurs, este año Frodeno anduvo en la maratón terminándola en 4h cuando era el favorito, Ryf se coronaba campeona imbatible, otros años he visto a un Vanhoenacker con lágrimas en los ojos caminando por Queen K con la determinación de llegar a meta y despidiéndose de una prueba que no era para él (lo intentó luego dos años más), mientras la leyenda Paula Newby-Fraser colabora en el día a día de la organización de la prueba y otra leyenda, Natascha Badmann se despedía en 2016 a punto de cumplir 50 años compitiendo su último IM Kona como profesional.

Grupos de edad superan las adversidades que amenazan con alejarles de su sueño, gafas de natación rotas, caídas, pinchazos o problemas musculares y de estómago. Ante tales ejemplos de pundonor, me pegunto si realmente merece la pena mirar la parte material y vil de Kona ó más bien quedarte con la parte inspiradora y épica de remontadas imposibles en los kilómetros finales.

La venta del producto es buena, los resúmenes de cada edición de 1h de duración entrelazando varias historias (resultados de profesionales e historias conmovedoras de grupos de edad), siguen alimentando la emoción de quien la sienta ¿y qué de malo hay en querer vivir un sueño personal que da sentido a muchos, sin la necesidad de argumentar de manera lógica, algo que es puramente visceral? Respetable como otros anhelos, no compartido por todos, dejad encontrar en un sinsentido el sentido a una vida. Quizá Kona para mí no sea materializable como practicante (o quizá sí, quien sabe), pero solo su evocación me transmite deseo de superación, reconocimiento y admiración.

FOTO: Getty Images

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