Comienzan a verse casos de deportistas de elite con dietas altas en grasa y bajas en carbohidratos para deportes de resistencia.
En plena vorágine dietística, en la que parece que cada día se descubren alimentos nunca oidos antes que ahora son la panacea, llega un último grito, los grasos. No sabemos lo que come Blummenfelt, el hombre de moda en mayo, de origen noruego, pero por su constitución parece que debe de darle mucho al salmón.
Sin embargo esta moda de dietas con un 60% en grasas no es nueva, aun recuerdo en los primeros 90 a tres triatletas cortados por el mismo patrón, ultra delgados y grandes corredores a pie, que realizaban por Avila lo que llamábamos la concentración del tocino, entrenamientos fuertes en plena naturaleza suplementados a golpe de chuletón, panceta y tocino.
Hoy todo se ha refinado, el entrenador Alvaro Velázquez nos cuenta su opinión:
» En los últimos años ha resucitado el interés por la dieta alta en grasa (por encima del 60% del total) y baja en hidratos de carbono (menos del 25%) para deportes de resistencia, en especial en modalidades de ultrafondo, como el Ironman o el ultratrail.
El razonamiento que está detrás de esta tendencia es que los depósitos de grasa incluso de los deportistas mas delgados son suficientes para completar la mas larga de las competiciones deportivas. Un deportista de 60kg con un 5% de grasa, es decir tres kilogramos, dispone de 18.000kcal, suficientes para completar tres Ironman consecutivos sin comer nada. Obviamente este un ejemplo extremo e irreal, pero sirve para hacerse una idea.
Varios estudios han demostrado que efectivamente es posible entrenar al cuerpo para consumir mucha más grasa a intensidades submáximas, por lo que en primera instancia podría pensarse que efectivamente es una estrategia acertada…
Pero existen varios inconvenientes con este enfoque. Para empezar ningún estudio ha demostrado una mejora del rendimiento con dieta LCHF (Low Carb High Fat, a los anglosajones les pirran los acrónimos), a lo sumo se ha comprobado que puede mantener el rendimiento a intensidades medias pero se produce una reducción marcada de este a intensidades altas. Esto automáticamente descarta cualquier modalidad deportiva de duración inferior a 90 minutos, o superior en la que sean necesarios periodos intermitentes de muy alta intensidad como el ciclismo en ruta.
En deportes de mayor duración en los que a priori el ritmo es submáximo y constante, cabría preguntarse cual es la utilidad de esta forma de alimentarse, ya que por lo general es posible proveerse de suficientes hidratos de carbono a través de avituallamientos y ya hemos dicho que el rendimiento seria como mínimo el mismo.
Por otra parte, son muy pocas las disciplinas deportivas en las que realmente nunca hay necesidad de entrar en niveles de intensidad muy elevados en momentos estratégicos. Además, cuando se reduce la aportación de hidratos de carbono en la dieta, mejora la utilización de grasas, pero se reduce la capacidad de oxidación de hidratos, por lo que si tenemos que recurrir a ellos nuestro cuerpo será menos capaz de utilizarlos.
Otro problema muy importante de esta dieta, es que al verse afectado negativamente la capacidad para el entrenamiento de alta intensidad, no seremos capaces de alcanzar nuestro máximo potencial, ya que este tipo de entrenamiento es fundamental incluso para las disciplinas de mayor duración.
En definitiva, sin desdeñar las posibilidades que ofrece la manipulación de la disponibilidad de glucógeno para mejorar el rendimiento o la efectividad del entrenamiento, a día de hoy la dieta tradicional alta en carbohidratos sigue siendo la opción más recomendable para deportistas de resistencia.